Recuerda bien estas palabras Wathie,
ahora que todavía llegas a mí
en pequeños brincos
desde la colina.
Por tu hermosa gracilidad
te hablarán como a una rana,
pero dirán “liebre” cuando
el veloz campo te adentre
y “pez dorado” cuando el río
te abra sus fríos labios.
¿Pero qué dirán cuando eches a volar
y no hallen en ti el ala del pájaro?
¿Qué dirán cuando un silencio vertical
impere y puedas ya rendirte para siempre
y cuando el viento rebelado
en su dominó de calles y puertas
encuentre falsos sus nombres?
Aun cuando no me recuerdes, recuerda,
tú saludas a las flores y besas cabritillos
tú, antes de que lleguen a ti, los tú,
relatos plagiados de un culto
a una crueldad que no era tuya.
Aun cuando no me recuerdes, recuerda,
tú saludas a los pájaros, besas carne y
comes mango, te destinas a un fututo
de ataques y rescates insólito.
He aquí el desafío de crecerte bicardial,
he aquí el desafío de alimentar dos corazones
a sabiendas de que
sólo podrás latir en uno de ellos
e irradiar una muy pequeña luz.
He aquí el desafío de olvidar lo unicardial,
he aquí el desafío de alimentar dos corazones
a sabiendas de que
sólo podrás defenderte del mundo
con el muerto de hambre
que mendiga un latido más.
Recuerda bien estas palabras Wathie,
cuando llegues a las soledades
del humano noble
y justo.
© Maria Luisa Arenzana Magaña