Labios dardos de cristal,
una vida atravesada,
esa sombra que te extraña
no te dicta lo que soy.
Tras las paredes orantes
de mi ser suplicante,
abro ventanas al cielo,
florece lo que me doy.
“Eres muy sensible”, dicen
con alambres y filamento,
yo los expulso de mi centro,
nunca sabrán lo que soy.
Soy tantas cosas al viento,
ningún dogma es mi alimento
bajo el predicamento de
flor y tormenta del sol.
“No está bien”, dice el barranco,
aunque todos tomen parte,
yo, barranco, soy el ave,
fiero careo al dolor
que infligís a empujones
a una carne de cañones,
inocente más que nadie,
inocente más que yo.
No sufras más.
No sufras.
© Maria Luisa Arenzana Magaña