Cuídate el niño que fuiste,
y el extraordinario hombre que te sobrevive,
cuídate el dedo segado y cosido
y la espalda de duros encargos,
cuídate las manos trabajadas sin descanso
y del sol la piel valiosa del cuello,
cuídate nuestra boca infinita de versos
y esos ojos de animal salvaje
que me has clavado sin piedad
en los adentros,
cuídanos las estrellas que guardas en tus átomos
y la extraña belleza, la singularidad que eres
y sobretodo, cuídame en el recuerdo y ámame,
ámame siempre y ámanos por encima de todo,
aunque tenga que ser en secreto y a escondidas,
aunque tenga que ser en algún universo paralelo.
Saldré siempre a tu encuentro.
Mis ojos ya no son de la tierra,
son de tu mar eterno.
No puedo hablar de ti sin la gota,
sin la sal,
sin el suspiro eterno de la ola.
No puedo pensar en ti en sequedad,
floto en verdiazul en tu turquesa
me derivo en tus ojos
hacia lo unitario
y me integro
en tu sueño más humano.
© Maria Luisa Arenzana Magaña