El hombre que no es hombre me pregunta:
¿Quieres una rama que no es rama?
Abro mi mochila, saco una bolsa
y la llevo a casa. Tirita
como una rama al viento,
tirita como una rama que es rama.
Quizás muera, no quiero verlo.
No quiero un aguacero más del cielo.
Con el secador de pelo templo y acaricio
la rama que no es rama.
Parece que vivirá
en el latir temprano
de alguna estrella.
Me gusta cómo la rama
se mueve entre las manos
y come.
La rama que no es rama
se nutrirá de pequeñas libertades
y escucharé su corazón
cuando al lado de la acequia
cruja la tierra bajo la rama
que no es rama
en un mundo
que no es mundo.
© Maria Luisa Arenzana Magaña