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Luis Marimón

Miriam

En los páramos donde alguna vez florecieron Babilonia,
Nínive y Nipur,
los arqueólogos han desenterrado tablillas de barro
cocidas por el sol de aquel tiempo,
inscripciones que los eruditos han traducido
resultando en muchos casos ser juramentos
y cartas de amor...
 
Yo quería decirte, Miriam,
que el nombre de esta ciudad es sangriento,
que ninguna ha tenido un nombre más perverso.
 
Es posible, cuando hayan pasado cien
o hasta un número incontable de años,
de esto que hoy ves
no quede otra cosa que algunas estatuas,
escombros,
ratas que se adaptarán a la destrucción
y comerán arena.
Pero esta noche es bella y pasan muchas gentes.
Déjalas continuar su camino.
Esos rostros nunca se volverán
a este animal extraño que corre
y llama por sus nombres a los desconocidos.
Tú también partirás
y no veré ya más tus ojos de asustada bestezuela.
 
Quien piensa que el futuro
no está muerto.
 
Cuando hayan transcurrido mil o un millón de años
es posible que vuelvas
y es posible también
solo encuentres esa niebla misteriosa y azul
que sube todas las madrugadas desde el mar
y cubre las casas y los toros.
Busca bien y no olvides
que tú fuiste mi río,
mi río amado al que me lanzaba desnudo
sin importarme la vida ni la muerte.
Busca bajo los antiguos ladrillos
en las hojas de hierba
entre las escamas de los reptiles,
que en algún lugar yo habré dejado para ti
para ti sola
una carta
de amor...

La decisión de Ulises

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