Tal vez existan niños que aún no han comido
carne de hombre: ¡Salvad a los niños!
LU-SIN
Con el imán ausente de su ayuno, los perros
sarnosos o amarillos yacen dormidos bajo los bancos
entre escupitajos y algodones.
Nada es más triste y desolado que un hospital de madrugada
a no ser
esas tablas podridas que el reflejo deja en su cansancio
entre viejos caracoles y algas como pájaros
que por tan verdes y desmemoriados
pierden la ruta, chocan contra el cielo y mueren.
O esas terminales de trenes de provincia
donde las agónicas luces se incrustan en los ojos
hasta llegar al sitio justo
donde se oculta el llanto,
donde la gente espera y sabe
el tren no llegará nunca
y que ellos mismos no irán a parte alguna.
Una mujer muy gorda se recuesta al teléfono público,
le falta el aire y boquea como un pez que las olas
han tirado en los riscos.
Se abre una puerta y con el aire gélido de la necro
brota una enfermera tan blanca como la porcelana de China;
lleva una bandeja de plata que huele a corazón y cloroformo;
del color de su cara. Alguien se le acerca y pregunta:
¿Hay alguna esperanza?
Todo huele a noche tiznada, a frialdad selvática,
hay un silencio capaz de confundir el ruido.
El neurocirujano, dice alguien,
está tratando de extraerle el pedazo de cuchillo del cráneo:
a lo mejor Dios lo ayuda y no se salva.
Un anciano se incorpora de su camilla y grita:
me pudro, huelo mal, hace seis días que me he muerto
y el camillero no me acaba de llevar a la morgue.
Gentes extrañas que vienen a cambiar un litro de sangre
por una botella de aguardiente,
–el hombre crudo que se come el Diablo–,
otro viene de Santiago y no tiene en qué sitio quedarse;
un médico vocifera: hace falta otro estetóscopo,
este en vez de ir hacia adelante, camina hacia atrás...
Un cuerpo de guardia es conciso como una bofetada:
los ojos, vacíos de guardar tanto sueño revolotean como moscas,
mientras los perros, sarnosos o amarillos
se contraen, rascan y cuando terminan de sacarse alguna pulga,
vuelven a dormirse
como si nada esta madrugada ocurriendo estuviera en el mundo,
tranquilos,
como esperando la muerte
y el Juicio Final...