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Luis Marimón

Animales pudriéndose en la orilla del Yumurí

En la mojada tarde los cangrejos irrumpen
entre el fango sangroso de la orilla del río.
Otros animales son como diosecillos
que se pudren silenciosamente al viento.
A un hombre le aterraban los espacios infinitos;
a mí la vida y este mínimo sendero
que va de mi casa a la cervecera
y de La Marina hasta el puente.
Pero yo sólo creo en el amor
y en esas breves espinas
y en los peces que se prolongan en sus márgenes
con sus vientres hinchados. Verdes moscas metálicas (cantáridas)
y negras. En las profetisas revoloteando y en un insecto
traslúcido que guía mis pasos a contrasombra.
Brota la vida de sus humildes cuevas
y me saludan.
 
Me agrada ser el que se borra sin creer en nada.
El universo es este caminito,
el que me fortifica y me amplía
el que me aparta de los hombres malos
el que me justifica ante esos perros, esos gallos,
esos corderos que se inflaman y dejan que brote el sol
de sus entrañas,
esos hermanos míos que se marchan...
fieles, quejumbrosos y únicos compañeros en esta travesía.
Y yo no creo en Dios, pero de toda esta podredumbre
renacerá la vida...

La decisión de Ulises

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