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The magpie, by Claude Monet
Leopoldo Minaya

Oda al silencio sagrado

Callad,
callad ante el peso de la luz,
expansión que palpita en lo oculto.
 
Dios no se dice,
se tiembla en su sombra,
se compendia en su brisa,
se expande en la música que enmudece los cielos
cuando la eternidad se adhiere a los recodos del alma.
 
Callad ante el bien:
no clama su pureza
ni grita su ternura
pero besa la sed con transparencia.
El bien, fuego que no incendia,
llama que no suplica,
arde más allá del ojo y del aliento creado.
 
Callad ante el grial de la hermosura,
relámpago en la bruma,
perfume que no puede escanciarse,
herida luz en el costado de la noche.
El que habla, destruye la hermosura;
si la nombra, la aleja;
mas, si calla, la bebe como vino
vivificador de la sangre.
 
Callad ante la verdad,
astro demasiado puro
para sostenerse en palabras...
La verdad se desnuda en el oro del tiempo:
quien la mire con los ojos abiertos
quedará ciego de eternidad.
 
Callo ante mi sola imperfección.
El hombre fue un leve susurro de Dios
cuando ensayaba el Verbo.
El hombre es hendedura
del universo,
raíz que danza en la tierra errante,
pájaro que sueña ser estrella
mientras cae y cae y cae
desde su propio ente.
 
Por todo, silencio.
El silencio como dios más alto
que los nombrados dioses,
como mar
donde todo regresa
y se dice sin nombre,
sin labios...
y sin cuerpo.

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