Relato en verso para niños y jóvenes. Literatura infantil y juvenil de las islas de Puerto Rico y Santo Domingo para el orbe hispánico y el mundo.
DEDICATORIA: A mi querido hijo Alexander.
Al distinguido amigo José Vélez, y familia.
Al generoso pueblo de Puerto Rico.
Introducción a la Obra
La Canción de Angelina es una pieza literaria que fusiona la poesía con la narración, logrando una estructura envolvente y de gran musicalidad. A través de su desarrollo, se nos presenta la historia de una niña que emprende un viaje en busca de algo más allá de la razón, una fuente rara que traiga paz a su corazón. Este relato evoca el anhelo universal del ser humano por la trascendencia y el autodescubrimiento.
La obra se despliega con un lenguaje elevado, rico en imágenes y simbolismos, en el que la naturaleza cobra un papel fundamental. Elementos como el viento, el mar y el coquí se convierten en personajes: participan activamente en la historia y la dotan de un aire mítico. El lector es invitado a sumergirse en un mundo donde la poesía y la narrativa se entrelazan en una experiencia de lectura única. Su tono evocador recuerda a las grandes fábulas líricas, capturando la esencia de la tradición oral y de la literatura que despierta el sentido de lo maravilloso.
Más allá de su trama sencilla, La Canción de Angelina aborda temas profundos como la búsqueda de sentido, la libertad y el amor incondicional. Estos elementos la convierten en una obra que, aunque accesible para el público juvenil, posee una riqueza temática que puede ser apreciada por lectores de todas las edades. Su estructura fragmentada, dividida en distintas escenas o momentos, refuerza su carácter poético y le otorga un ritmo propio, musical. Este recurso permite que el lector se desplace a través de los versos con la sensación de escuchar una canción o leyenda antigua narrada al calor de una fogata.
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Significado y Contexto Literario
Dentro del contexto de la literatura hispanoamericana y universal, La Canción de Angelina se inscribe en la tradición de obras que combinan lo poético con la narración simbólica. Su tono recuerda a autores como Rubén Darío y Gabriela Mistral, quienes lograron impregnar sus versos con un profundo sentido de la emoción y la imaginación. Asimismo, su atmósfera onírica y su estructura fragmentada la allegan a textos como El Principito de Antoine de Saint-Exupéry y Momo de Michael Ende, donde la inocencia infantil se combina con una profunda reflexión sobre la vida y el destino.
A diferencia de muchas narraciones juveniles que se centran en la acción y la aventura, esta obra opta por un enfoque más contemplativo, donde lo importante no es tanto lo que ocurre sino el significado de lo que ocurre. Este viaje simbólico se convierte en una metáfora de la vida misma, donde cada persona emprende su propia travesía en busca de un sentido más profundo.
En el ámbito de la literatura juvenil, la obra se distingue por su riqueza lírica y su mensaje universal. Su fuerza radica en la belleza de su lenguaje y en la profundidad de sus símbolos. La obra nos recuerda que la literatura juvenil no necesita limitarse a lo sencillo o a lo didáctico: es también un espacio para la exploración estética y la reflexión filosófica. En este sentido, La Canción de Angelina demuestra que la poesía puede ser una poderosa herramienta para contar historias que dejen una huella duradera en el lector.
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Impacto y Legado Literario
El impacto de La Canción de Angelina radica en su capacidad de evocar emociones profundas a través de su lenguaje poético. Su historia, aunque sencilla en apariencia, está cargada de simbolismo y resonancias universales que la convierten en una obra de gran valor dentro del panorama literario. Al abordar temas como la búsqueda de la verdad, el poder del amor y la trascendencia del perdón, logra conectar con lectores de distintas edades y trasfondos.
Además, su musicalidad y cadencia la hacen una obra que puede ser disfrutada no solo a nivel visual, sino también de forma oral. Es un texto que puede leerse en voz alta y cobrar nueva vida con cada interpretación, lo que refuerza su carácter de poesía narrativa. Esta cualidad la emparenta con la tradición de la literatura oral caribeña, donde la palabra hablada y la musicalidad del verso han jugado un papel esencial en la transmisión de historias y mitos.
Por su estructura y profundidad, La Canción de Angelina puede convertirse en un referente dentro de ambas la literatura juvenil y la poética hispanoamericanas. Su mensaje atemporal la hace una obra que puede seguir siendo apreciada por generaciones futuras, al trascender las modas y los estilos narrativos efímeros. Es un testimonio de cómo la literatura puede capturar la esencia de los sentimientos humanos a través de la poesía y de cómo la búsqueda de lo inalcanzable es, en sí misma, un viaje lleno de significado.
En definitiva, La Canción de Angelina invita a la reflexión y a la contemplación, ofreciendo a los lectores una experiencia estética única. Su combinación de lirismo, simbolismo y universalidad la coloca en un lugar muy especial dentro del género juvenil, al demostrar que la poesía y la narrativa pueden unirse para crear historias inolvidables.
E. SOROKA
New York, diciembre de 2024.
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LA CANCIÓN DE ANGELINA
[Obertura]
Alada, entre los jardines,
sumida en sí, cavilando...
la niña avanza y se aleja
sin que resuenen sus pasos.
—¿Adónde vas, Angelina,
por un camino tan largo,
si tienes cuanto desean
todos los seres humanos?
—Yo busco una fuente rara,
más allá de la razón,
que traiga encanto a mis días
y paz a mi corazón.
—¿Adónde vas, Angelina,
por un sendero tan hondo
si, al cabo, nada es eterno
y el mundo llano es redondo?
—Yo busco una fuente rara,
más allá de la razón,
que traiga encanto a mis días
y paz a mi corazón.
... Y se fue por los rosales
montada en una canción,
lleva en el pecho trigales,
lleva en la mano una flor.
Y anduvo sendero arriba,
sendero abajo pasó,
y se encontró con el viento,
y el viento se la llevó...
* *
*
[Emociones]
—Oye, viento, viento aleve,
¿adónde vas con la niña?
—Voy en busca de la fuente
soñada, con Angelina.
—¿Adónde vas, elevándote
con prontitud desmedida?
—¡A remontar el estrecho
lindero de la campiña!
—Entonces, ¿por qué te alejas
como bestia perseguida?
—¡La libertad ha querido
prestarme sus alas mismas!
—¿Qué tan lejos, qué tan lejos?
¿A qué región ignorada?
—A un mundo de transparencias,
de dichas, de fuentes raras...
—¡No te alejes, no te alejes,
viento falaz!
¡Escondida
entre tus brazos aéreos,
robada va la chiquilla!
¡Vendaval, tromba, tifón,
hiena de fuerza maligna,
márchate tú a donde quieras,
mas deja en paz a la niña!
* *
*
[Las razones del viento]
—¡Mi corazón de nitrógeno
jamás oyó tal mentira!
¡La maledicencia puede
troncharte las alegrías!
Angelina va tan libre,
tan libre como ella misma;
Angelina a mí me vuela
como hacen las golondrinas...
Soy el Céfiro, aire suave
nativo de las campiñas.
... En este viaje soñado
no guío yo; ella me guía.
(“Soy yo quien lleva la guía,
soy yo quien lleva la guía”,
como un eco misterioso
se oyó la voz de Angelina.
¿Y era la voz de Angelina?
¿Era la voz de Angelina?
... porque del domo del cielo
recaló una lluvia fina
y luego estallaron truenos...
y una cerrazón crecía
de tal modo que en su ojo
se hizo de noche en el día...
y se oyó otra vez la voz
como susurro, algo en ciernes:
«...ya paso por las regiones
en que los nombres se pierden,
ya cruzo por las regiones
en que los nombres se pierden».
¡Si será sincero el viento...!
¿o hablaba con fingimiento?).
* *
*
[Desvelo y desazón]
Y en el pueblo de Hormigueros
ya no más llanto cabía:
¡a don Gerardo González
se le ha extraviado su niña!
... Salió a charlar con las flores,
como ella hacerlo solía,
y a la entrada de la noche
notaron que no volvía.
Don Gerardo está llorando,
entera el alma partida;
como loco la ha buscado
por toda la serranía,
y a vecinos y a estancieros
y a miembros de la familia
juntó, para así de búsqueda
formar una comitiva.
* *
*
[Premuras]
A cada instante se suman
brigadas de rescatistas:
escuadrones de labriegos
sueltan las rastras, las ristras...,
pescadores fatigados
dejan la red por sí misma,
y los cantineros cierran
las puertas de sus cantinas.
Todos se olvidan de todo;
la gente acude y olvida
sus labores, sus labranzas,
su bienestar, y encaminan
a engrosar la muchedumbre
creciente de socorristas;
personas simples y nobles
y ricas y conocidas.
Se unieron Paco Germán,
Mariano Martínez Silva;
el nieto de doña Gema,
Berto Pagán Valdespina;
el párroco de Betances,
Emilio Sánchez Hermida,
y un grupo de legionarias
de la Hermandad de María.
Alfonso López, un “diestro”
oriundo de Barranquitas, [ii]
en mapas semiborrados
trazaba cruces y líneas;
y Ramona de Jesús,
Santiago (Chago) Mejía
y Praeles el Alcalde
llegaban de Juana Díaz...
* *
*
[La búsqueda incesante]
Unos se van algo al norte,
registran villa por villa:
recorren a Mayagüez,
Añasco, Aguada, Aguadilla;
otros van a Cabo Rojo,
a San Germán escudriñan
y pasándose por Lajas...
chocan la mar infinita.
—Oh mar, brumosa expansión,
mar de profundos enigmas,
¿habrá llamado a tu puerta
la candidez de la niña?
(La multitud se detiene
junto a las aguas salobres;
se repite la pregunta...
pero la mar no responde.)
—Oh mar, briosa extensión,
planicie, abismo y espejo,
¿los rizos de tu corriente
son hebras de sus cabellos?
(La multitud chapotea
entre las olas enormes;
se repite la pregunta...
pero la mar no responde.)
—Oh, mar, coral y arrecifes,
mordientes rocas y lámina,
¿querrás acaso decirnos
cómo podremos hallarla?
(La multitud se retira
en aluviones deformes;
se repite la pregunta...
pero la mar no responde.)
* *
*
[Silencio y resolución]
San Sebastián nada dice,
nada dice Las Marías;
y Utuado, Adjuntas y Ciales
no dicen «La boca es mía».
Ni Isabela ni Arecibo
ni Guánica ni Patillas,
ni Orocovis ni Coamo
ni Guayama ni Loíza,
ni Villalba ni Cayey
ni Ceiba ni la bahía
de San Juan... han dicho nada;
todo es silencio y enigma.
Humacao nada sabe
al este-sur de la isla,
y Naguabo y San Lorenzo
y Maunabo y Carolina,
Fajardo y Trujillo Alto
redoblan la negativa.
—¿Han visto, pueblos, ¡oh pueblos!,
el rastro azul de Angelina?
«Yo por aquí nada he visto»,
dijo Cataño a voz viva.
—¿Oyeron, pueblos, ¡oh pueblos!,
la blanca voz de Angelina?
«Por aquí nada se escucha»
las francas Vegas replican.
... Yabacoa y Bayamón
no dan mejores noticias
(pues son las mismas de Caguas:
«Ni una señal de la niña»).
San Sebastián nada dijo,
nada dijo Las Marías;
mas la esperanza de un padre
nunca se da por vencida:
la buscará palmo a palmo,
resuelto, día por día,
mientras resistan las fuerzas
y quede un soplo de vida.
* *
*
[Voz del padre]
—Salvaré
montañas y llanos, lagunas y lagos
recorreré,
al fondo del mar bajaré,
su piélago azul ya encontré...
¡Verdad, verdad, verdad, verdad, verdad!
¡Quiero saber la verdad!
¿Dónde estará? ¿A dónde fue?
Cielos, montañas, a fe:
¡verdad, verdad, verdad, verdad, verdad!
Responde tú,
lucero, responde tú:
¿has visto otra fuente de luz?,
¿has visto otros ojos arder?,
¿has visto un diamante caer?
¡Verdad, verdad, verdad, verdad, verdad!
Responde tú,
lucero, responde tú:
¿has visto un trigal o una flor,
has visto pasar la Canción,
mi eterno afluente de amor?
¡Verdad, verdad, verdad, verdad, verdad!
¡Verdaaaaaaaaaaaaaad!
* *
*
[Voz del lucero]
De la noche radiante,
soy el lucero.
Resplandezco y alumbro
desde lo lejos...
Los milenios forjaron
mi entendimiento...
Tuve don de visiones
por nacimiento...
Para mí no hubo nunca
nada secreto...
Recorrí los rincones
del firmamento...
Mi mirada cruzaba
por barlovento,
posándose en tu isla
con embeleso.
Vi a Juan Ponce arrimarse [iii]
con sus excesos;
vi a la isla llamarse
con nombres nuevos...
Mas nací mucho antes que la Tierra,
y soy muy viejo;
y aunque vivo alumbrando,
soy casi ciego...
El tiempo me ha tocado
con duro hierro...
pero igual me ha tocado
tu blando ruego...
Porque encuentre respuesta
tu pedimento,
he volteado a las cuatro direcciones,
he mirado a las cuatro direcciones,
he buscado en las cuatro direcciones,
y nada veo.
* *
*
[Diálogo de Vieques y Culebra]
Al este de Puerto Rico
viven dos islas pequeñas:
una es la isla de Vieques,
otra es la isla Culebra.
Flotan a gusto, a sus anchas
—ninfas dormidas despiertas—,
en el mar que las abraza
y en el sol que las calienta.
Cúpulas, fiel, del Encanto
que brota allí; «islas nenas»,
como ha querido llamarlas
don Luis Lloréns, el poeta.
Parejas vivían las islas.
Par a par, ni una más cerca
ni más lejos de la costa
de Puerto Rico, ¡por eras!
Y esa tarde de septiembre
Vieques se agita... y se acerca
algo más a la isla grande;
alza su punta y husmea
por la sección de Humacao,
turbada por la extrañeza.
Y a Culebra, que ha quedado
medio asustada, comenta:
VIEQUES
—Veo... en la isla grande,
alzarse una polvareda...
CULEBRA
—¿Y qué más?
VIEQUES
—Gente a caballo y a pie,
sin descansar, la generan.
CULEBRA
—¿Y qué más?
VIEQUES
—Se apiñan alrededor
de dos o tres..., parlotean...
CULEBRA
—¿Y qué más?
VIEQUES
—Al cabo de poco rato,
pues... vuelven y se dispersan.
CULEBRA
—¿Y qué más?
VIEQUES
—Echan a andar como locos
por todo atajo y vereda.
CULEBRA
—¿Y qué más?
VIEQUES
—Parece que buscan algo,
juzgando por la insistencia.
CULEBRA
—¿Y qué más?
VIEQUES
—Apuesto a que algo no entienden,
pues míranse con torpeza.
CULEBRA
—¿Y qué más?
VIEQUES
—A ciegos guían los ciegos
en una búsqueda inmensa...
CULEBRA
—¿Y qué más?
VIEQUES
—Hay una niña perdida,
al parecer muy pequeña...
CULEBRA
—¿Y qué más?
VIEQUES
—Dicen que el viento a la niña
ha raptado por sorpresa.
CULEBRA
—¿Y qué más?
VIEQUES
—Reza un cartel que su padre
ofrece una recompensa.
CULEBRA
—¿Y qué más?
VIEQUES
—Ve, acércate tú más,
que por ti misma lo veas...
Ve, acércate tú más
y dime tú lo que piensas.
CULEBRA
—¿Acercarme yo, acercarme?
¿Acercarme? ¡Ni lo creas!
«Pueden ser cíclopes locos
que echaran las islas griegas...
«O pueden ser los raptores
del viento en busca de presas...
¡Ay, vieques!»
VIEQUES
¡Qué escalofrío
me coge a mí en cada vértebra!
... Y Vieques, cuando escuchara
tales palabras frenéticas,
quedose petrificada
en el punto en que hoy se encuentra,
y por eso las islitas
no se divisan parejas
como ayer se divisaran...
(mira el mapa y lo compruebas).
* *
*
[Antecedentes de don Gerardo]
¿Quién era, pues, don Gerardo?
Era un hombre bondadoso,
un alma de justas cuentas,
siempre cumplido, y devoto.
Mostraba semblante místico...
Cuentan que, en años más mozos,
tuvo un lance que al contarse
nos deja a todos absortos.
Se hallaba en medio del bosque
una mañana de agosto.
Cortaba ramas de mimbre
para canastas...
De pronto,
sin saber de dónde o cuándo,
ni en qué momento, ni cómo,
ni cómo no, se enfrentaba
a la embestida de un toro.
El toro arisco, salvaje,
acometía con todo
su furor; y así enfilaba
sus cuernos vertiginosos...
Una presencia de luz
manifestose,
y el toro
en el avance violento
tornose efluvios de oro...
Así salvose Gerardo,
y se hizo aún más devoto:
mandó erigir una ermita
en Hormigueros, y a todo
decía: “La Luz Sagrada
derribará los escollos”.
Este era, entonces, Gerardo:
creyente, y padre amoroso...
* *
*
[El pueblo se reúne en cámara de consejo]
Razona Chago Mejía,
un hombre muy respetado:
—La niña nunca aparece
y hemos buscado, buscado...
La solución al problema
tal vez la tenga a la mano:
preguntemos al coquí,
que sabe cantos extraños,
él sabrá dónde podremos
hallar la niña, Gerardo.
Gerardo miró a Mejía
con ojos esperanzados
(de hito en hito, y midiendo
la fuerza de los vocablos)
y para sorpresa suya,
de los allí congregados...
salió de las viejas sienes
la astuta luz del relámpago.
Gerardo dijo: «Santiago,
amigo de muchos años,
en ventura o desventura
tú siempre estás a mi lado.
Amigo entre los amigos
y, más que amigo, el hermano:
haremos como lo has dicho,
pensemos como has pensado».
Y Ramona de Jesús
dijo a seguidas: «Gerardo,
por mi parte también pienso
lo exacto que piensa Chago:
Ya en el aire, ya en el río,
ya en la mar, ya en la tierra...
nada pasa en Puerto Rico
sin que el coquí no lo sepa».
* *
*
[Pasa, cantando, el coquí]
«La noche es alta y redonda,
lleva lunar a la espalda:
¡la misma luna, prendida
como si fuese una lámpara!
«¡Si yo tuviese tan solo
una ocasión de pirata,
con el sable a la cintura
la luna la conquistara!
«Ando y anda, y anda y ando;
anda y ando, y ando y anda:
la luna tiene conmigo
complicidades humanas.
«Ando y anda, y anda y ando;
anda y ando, y ando y anda...
y el frasco de mis canciones
poco a poco se derrama...»
* *
*
[Apelación al coquí]
—Coquí que pasas cantando
una canción entonada,
coquí que llevas contigo
la voz de la madrugada,
tú que pasas chapoteando
sobre la tierra mojada
y el frasco de tus canciones
rompes, vuelcas y derramas...
coquí que todo coliges,
y deduces y desatas,
y cuentas viejas consejas
y enhebras todas las fábulas,
¿no sabes tú de la niña
funestamente extraviada...
en el pueblo de Hormigueros,
hoy hace ya dos semanas?
¿podrás dibujar, coquí,
la rosa de sus andanzas?
* *
*
[La respuesta del coquí]
Y el coquí dijo:—¡Coquí!,
¡pues, claro!; sé de la niña...
«La he visto alegre y... ¡coquí!
está segura y tranquila.
«¡Coquí, coquí!, si regresan
hasta el punto de partida...
«si regresan a Hormigueros...
¡coquí!, tendrán a la niña».
Y todos hasta Hormigueros
corrieron en estampida...
¡Y los guiaba el coquí,
cantando un canto de dicha!
* *
*
[El encuentro]
La conmoción del encuentro
que diérase aquella noche,
resplandeció en el relato
contado por Coll y Toste, [iv]
¡relato por el que diera
quinientos maravedís!
Por cierto, ese sucedido
fue más o menos así:
¡Angelina no se viera
más calmada y más tranquila!
Todo un dejo de misterio
manaba por las pupilas.
... Cual si hablase por su boca
la misma Sabiduría,
las mil preguntas del padre
calmada las respondía.
—Hijita, ¿no te dio miedo
la oscura noche severa?
—Me iluminaba la luz
que brota de aquella cueva.
—Mi niña, ¿tú qué comiste
por dos semanas enteras?
—Comía frutos dulcísimos
que una señora me diera.
—¡Te imaginaba tan sola...
expuesta a sierpes y fieras!
—Me acompañó esa señora,
noche tras noche, y en vela.
—¡Dios le pague a esa señora!
¡Dios me la guarde de veras!
Pero, ¿le viste la cara?
¿llegó a decirte quién era?
—No sé; sus ojos brillantes...
Su piel hermosa y morena...
¡Bastaba mirarla al rostro
para que me sonriera!;
y de sus manos brotaba
como de inmensa chorrera
el perfume que las lilas
despiden en primavera.
—¡Mi Dios!—gritó don Gerardo,
y se clavaba de hinojos.—
¡De nuevo la Luz Sagrada
ha dispensado socorro!
...Alzó sus brazos al cielo;
llevó su niña a los hombros...
Dejando en boca de todos
la redondez del asombro,
¡se fue a su casa corriendo,
lleno de llanto y de gozo!
* *
*
[El cantar de Angelina]
De vuelta entre los jardines,
Angelina está cantando
un canto que se entreteje
con el trinar de los pájaros.
Algo lleva su cantar...
lleva un elíxir sagrado...
Al ungirlos, reconstruye
los corazones humanos.
Proviene de fuente rara,
más allá de la razón...
De los labios de Angelina,
brota esta eterna canción
(divino género humano,
¿entonarás su canción?):
[Canción]
Oh, mira mi alma abierta:
está dispuesta
a pedir perdón.
Mira mis ojos cerrados
que me han obligado
a pedir perdón.
Oh, no me digas: “No, no...”
Nuncas me digas que no...
No sabes cuánto lo siento,
fue solo el momento
que me cegó...
He herido tus sentimientos
¡y cuánto lamento
lo que pasó...!
Oh, no me digas: “No, no...”
Nuncas me digas que no...
Mira mi alma abierta
que está dispuesta
a pedir perdón,
mira mi alma desierta
tocando a tu puerta
con... el... A... M... O... R...
FIN
Nota. Es esta la versión completa de La canción de Angelina, que fue abreviada en la edición en papel de 2011 y en la versión discográfica de 2007 que circuló con el título Leyenda de Puerto Rico.
[i] La trama de La canción de Angelina gira en torno a una leyenda dual del pueblo de Puerto Rico. A partir de este germen, el autor crea la abundante sucesión de cuadros y situaciones que conforman la presente pieza poemática.
[ii] La obra literaria crea una realidad independiente de la realidad ordinaria. A partir de este verso se encontrará una enumeración de municipalidades puertorriqueñas. Con seguridad, la mayoría de estas demarcaciones no existían todavía como tales en el tiempo de los embriones originarios del relato (Siglo XVI).
[iii] Juan Ponce de León, conquistador español, señalado como primer gobernante de Puerto Rico.
[iv] Cayetano Coll y Toste: médico, escritor, historiador portorriqueño. Por esta mención, el autor da constancia de haber leído el relato "El prodigio de Hormigueros", que aparece en la obra Leyendas puertorriqueñas, de Coll y Toste, al par de otras versiones anónimas menos extensas y formales.
Nos ha tocado la distinción y el grato placer de introducir ante ustedes, con altos respetos, a una personalidad de nuestras letras que por su relevancia y grado de estimación no nec...
Oh Divinidad sin nombre, sin forma, sin límite: habla por mí, como hablas por los bosques y las semillas, por los ojos de los recién nacidos, por la forma que toma el agua al ser amada...