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Leopoldo Minaya

EL PUENTE

El puente se despereza
como un gusano de seda;
los autos que lo recorren
son montoncitos de arena.
Sube, baja, tiende y une
el puente que siempre queda:
pasantes y paseantes,
cumplido el pase, se alejan...
 
 
Empieza el día. ¡Telón!
Paño de finas tinieblas.
Bajo un zumbido de máquinas,
el puente que se despierta.
Se planta un día indistinto
con noche y con tarde a cuestas.
Algo envidiosa del sol,
sale a rodar la moneda.
 
 
El prójimo se saluda,
gesto que nada le cuesta.
¿Aprecio de los humanos?
¡Vaya sistema de cuentas!
Desandado y pisoteado
por la humanidad artera,
diez mil veces recorrido
sin recibir recompensa
ni un abrazo solidario...
queda este puente que piensa.
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