Se diluye mi nombre en tu nimbada sombra,
yo, temblor en tu cuerpo de luz,
brizna absorta en el incendio errante,
llama en tu brasa de pura emanación.
Y danzo,
pero, ¿danzo o soy la danza?
¿el fuego me ciñe o soy el fuego?
Oh, llama que me llama desde adentro,
¿dónde acaba mi ser y empieza el tuyo?
Soy el grano roto que se aferra a la espiga,
el vino de la vid que se embriagó de sí.
¡Un fulgor, un fulgor, un fulgor, un fulgor!
¡Hay un fulgor en fuga en la música del viento!
No queda nada de mí, salvo tu eco.
En el vértice último del fuego,
cuando todo ha sido danza,
me recojo en tu silencio
para ser ceniza
y aurora.