Cuento en verso. Literatura infantil y juvenil de la isla de Santo Domingo e Hispanoamérica.
A mis distinguidos amigos César Sánchez Beras y Lucía Amelia Cabral.
PRESENTACIÓN
Cuento de los dos Quijotes, del poeta dominicano Leopoldo Minaya, es una de las creaciones más logradas dentro del campo de la literatura infantojuvenil contemporánea. Su profundidad simbólica, la nobleza de su lenguaje y su estructura dramática y lírica cuidadosamente trabajada la convierten en una obra de alto mérito artístico, no solo en el contexto dominicano, sino también dentro del ámbito hispanoamericano y universal. Esta pieza híbrida—a medio camino entre el poema dramático, el relato simbólico y el canto lírico—representa una fusión excepcional entre estética, ética e imaginación.
Desde sus primeros versos, Minaya nos invita a redescubrir la figura de don Quijote no como un eco nostálgico del pasado, sino como un símbolo aún vivo, susceptible de reencarnarse en el espíritu de un niño. El texto logra este tránsito generacional sin artificio ni afectación, y lo hace mediante un lenguaje elevado, musical, transparente y profundamente evocador. La obra no infantiliza, sino que convoca al lector joven a una experiencia poética que respeta su inteligencia emocional e intelectual. En este sentido, se inscribe con fuerza en la mejor tradición de la literatura infantojuvenil universal, junto a textos como El Principito o Momo, en los que la infancia es depositaria de una sabiduría transformadora.
La figura del niño que dialoga con el Quijote, que lo cuestiona y finalmente lo sucede en su idealismo, está construida con ternura y dignidad. La escena del combate contra los “molinos” (reconocidos por el niño como turbinas eólicas) representa una puesta en escena simbólica de la tensión entre el mundo moderno y el imaginario heroico. Sin embargo, Minaya no cae en la ironía ni en el desencanto: su obra no se burla del Quijote, sino que lo honra. El niño no destruye el símbolo, sino que lo reinterpreta, lo hereda y lo vuelve vigente. Así, el texto se convierte en un verdadero canto al idealismo activo, no como nostalgia, sino como promesa de futuro.
Dentro del ámbito hispanoamericano, Cuento de los dos Quijotes se sitúa a la altura de las obras más elevadas de la literatura infantil y juvenil con intención lírica y formativa. Su sensibilidad espiritual y su forma poética dialogan con el legado de autores como José Martí, Gabriela Mistral y Juan Ramón Jiménez, quienes también entendieron la palabra dirigida a los niños no como un ejercicio de simple entretenimiento, sino como una oportunidad para sembrar belleza, verdad y justicia. La voz de Minaya, en esta obra, está modulada con el mismo respeto y con una profundidad que no sacrifica claridad, una cualidad rara y valiosa en este género.
En el contexto de la literatura infantojuvenil dominicana, la obra representa una cima indiscutible. Frente a una tradición que, si bien cuenta con aportes valiosos, no se ha consolidado con una cantidad sostenida de textos que combinen lirismo elevado, simbolismo complejo y estructura dramática sólida, el trabajo de Minaya ofrece una propuesta singularmente rica y acabada. Su texto puede considerarse fundacional o ejemplar dentro del corpus dominicano, tanto por su ambición estética como por su logro formal. No hay en la literatura infantil del país muchas obras que alcancen este nivel de refinamiento simbólico, expresividad rítmica y resonancia emocional.
El final del libro—con la transformación simbólica del niño en heredero del sueño quijotesco, y la lágrima del caballero viejo como signo de la continuidad espiritual—alcanza una altura poética y ética que desborda los márgenes del género. El niño no solo admira: se convierte, sueña, actúa. Y ese tránsito, tan delicadamente construido por Minaya, es lo que da a esta obra su verdadera dimensión artística.
Cuento de los dos Quijotes no es simplemente un relato bello para niños: es una obra profundamente humana, de arquitectura simbólica y aliento universal, que se inscribe en lo más alto de la literatura infantojuvenil dominicana, se destaca con claridad dentro del canon hispanoamericano, y logra proyectarse con legitimidad hacia la esfera de la literatura infantojuvenil universal. Su existencia enriquece y ennoblece el género, y confirma a Leopoldo Minaya como una voz mayor en el arte de escribir para la infancia con belleza, hondura y verdad.
Elizabeth Soroka
New York, 2024
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CUENTO DE LOS DOS QUIJOTES
UNO
Don Quijote a veces
sale de los libros
a tomar el aire
claro del camino.
Caballero andante
valeroso, digno,
que embistió gigantes...
brazos de molino.
Siglos lleva ya,
siglos, lleva siglos
entre editoriales,
entre linotipos,
entre letra y letra,
entre signo y signo,
entre las portadas
y los pergaminos...
Siempre que el Quijote
sale de los libros
va buscando un aire
limpio,
limpio,
limpio...
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[Se oye una voz:]
¡Salve, varón justiciero!
¡Se armó caballero
en un cierto castillo...
y bajo
la luz de la luna
buscose aventuras
con una locura
empapada de libros!
¡Porrazos, palizas,
lesiones, heridas!
Mas tuvo victorias
puntuales o esquivas:
¡venció al vizcaíno!;
obtuvo el preciado
—¡el tan deseado!—
morrión de Mambrino,
yelmo o sombrero
con un agujero
que a los caballeros
los torna invencibles
(él hace,
de golpe y porrazo,
que el héroe del caso
con su solo brazo
reparta a su paso
descargas terribles...).
Hoy, para
que quede su gloria
en libros de Historia
y en toda memoria
con lustre y con brillo,
aquel que libró
la región de la Mancha
de una ancha avalancha
de obrares mezquinos...
levanta
con honras y honores,
como altos señores,
a hombres sencillos
y pone
bajo sus talones
a fieros leones
como corderillos...
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DOS
Por tomar el aire
claro del camino,
don Quijote, el héroe,
sale de los libros...
Al llegar a un pueblo
le detiene un niño
que le dice:
—¿Puedo
conversar contigo,
valeroso hidalgo?
«Puedes, puedes, hijo»,
dice un caballero
que se ha enternecido...
Luego, el niño empieza:
«Quiero ser tu amigo,
quiero ser tan grande
como tú lo has sido...,
¡deshacer entuertos!,
y a mi espada fío
redoblar la fuerza
de los desvalidos.
«Si una viuda llora,
antes que el suspiro
llegará la mano
de este peregrino;
si un anciano cae
entre malhechores...
¡de seguro vengo
vadeando el río!»
Ahora
empieza el niño
a cantar,
mientras galopa
y va y viene,
a horcajadas,
sobre un potrillo
de madera:
«¡Ya viene por los desiertos,
el aire, las amapolas,
la punta de los espinos...
el filo adusto, la honda!
«¡Ya viene, camino alegre,
camino desmemoriado,
la espada del indefenso,
la fuerza del humillado!
«¡Ya viene, nadie lo ha visto!
¡Alienta en cada olvidado!
¡La vara de la justicia
le servirá de cayado...!
«¡Ya viene, nadie lo ha visto,
gorjal y casco acerado!
¡La vara de la justicia
le servirá de cayado...!»
[Termina su canto].
El hidalgo
no encuentra palabras...
Dice al final:
«¡Sea como quieres,
como lo has pedido!
Nunca un buen deseo
yo le niego a un niño.
¡Salve, caballero
de los nuevos siglos!
¡Para nuevos tiempos,
nuevos desafíos!
«¡Quiso Dios que en época
de mayor peligro
—cuando el hombre tiembla—
se levanten niños!
«¡No deshonres nunca
tu palabra, nunca!
¡Cumple, cumple siempre
con lo prometido!
¡Ante mí levantas
del honor las actas!
¡Rocinante y Sancho,
queden de testigos!»
Don Quijote extrae
de la alforja
dos pliegos
de papel en blanco,
un tintero
y una vieja pluma;
escribe, revisa,
reflexiona, tacha,
relee para sí,
lee luego
en voz alta
lo escrito
al atento niño
y, como no aflorara
punto alguno
en que estuviesen
en desacuerdo,
firman ambas partes,
con la solemnidad debida,
las actas
del honor].
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TRES
«Nuevo paladín,
lucharás conmigo,
junto a mí, a mi lado,
contra el enemigo»,
dijo don Quijote
al valiente niño.
«¿Ves esos dos ogros
que amedrentan mucho
y agitan los brazos?
¡Ponte en guardia, hijo,
no has de confundirte!
Parecen molinos...
pero son gigantes
de una tierra extraña
que a la nuestra ha enviado
un mago maligno.
«¡Alerta! Ha llegado
tu reto primero,
¡y habrás de luchar
como caballero!
«¿Molinos de viento?
¡Oh, no! No, mi amigo:
¡son un disfrazado
cruento enemigo!»
—Te escucho y observo.
Para mí, en verdad,
son generadores
de electricidad...
Turbinas eólicas
les llaman: lo digo
porque no se usan
los viejos molinos -
dice al caballero
que ve confundido...
y, por aclarar,
le rebate el crío.
«¿Turbinas? ¿Molinos?
¡Aguza el sentido!
Ni unas ni otros:
¡son el enemigo!
¡El mal se enmascara
con mil artificios!
¡El ojo del bien
sabe descubrirlo!»,
dijo don Quijote
al turbado amigo.
DON QUIJOTE:
«Reafirmo: son
entes de maldad».
EL NIÑO:
—Yo: generadores
de electricidad.
... Pero luego el niño
cede, se convence
(él lo ha comprobado
repetidamente
entre la nativa
y extranjera gente:
No siempre las cosas
son lo que parecen).
Brillaba la luna,
temblaba el sendero,
la luz espectral
bañaba el otero...
y allí los “molinos”,
las aspas tendidas...,
“feroces gigantes
de formas fingidas”.
«¡Embiste, muchacho;
no cejes, guerrero!»,
clamó don Quijote
con gesto severo.
El niño, con lanza
de palo afilado,
entró a combatir,
resuelto y osado.
Con tales rigores,
el héroe se inicia.
¡El niño acomete
con sed de justicia!
En aquel tumulto
de capa y espada
decididamente
lanza la estocada;
los brazos levanta,
gira de revés:
al rudo molino
le da un puntapié,
y vuelve a la carga,
ataca, arremete...
y con mucho esfuerzo
al malo somete.
¡Triunfó la justicia!
¡Se ve la luz pura!
... y en la lucha dura
y... en... lo... que... dura...
la luz del relámpago,
perdió la cordura.
Reclama el que clama,
quien cura, procura.
¡Quien clama justicia...
reclama locura!
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CUATRO
«Hijo, terminada
la larga batalla,
merecido tienes
regresar a casa.
Ve tú con los tuyos,
yo me iré a los míos;
luego volveremos,
con novados bríos»,
dijo don Quijote
al mozuelo; y sigue
la escena en que un padre
al hijo despide...
[Canción:]
¡Adiós, caballero,
adiós, adiós...!
¡Adiós, caballero,
mi buen caballero,
adiós, adiós...!
Él dice: «Primero
valor, valor...»
¡Adiós caballero
que dice: «Primero
valor, valor...»!
¡Adiós, caballero,
adiós, adiós...!
¡Adiós, caballero,
mi buen caballero,
adiós, adióóóós...!
[Termina la canción].
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Don Quijote entonces
sale del camino
y regresa al dulce
sueño de los libros...
porque Dulcinea
–dice– le ha llamado
y él al mismo cielo
prometió su cuido.
«Y si te he pedido
que tú cumplas siempre,
por nada del mundo
desdiré lo dicho».
Se despiden.
Lleno
de emoción guerrera,
con el pecho ardiente
ha quedado el niño
que agrandó la noche
con sus pensamientos
y sin darse cuenta
se quedó dormido.
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CINCO
Este cuento cuento,
pero en este punto
siempre mi relato
doy por concluido,
pero hay otra parte,
la que me reservo,
la que nunca cuento,
la que nunca he dicho...
que, por ser quien eres,
porque te enterneces
y porque eres bueno...
la diré contigo:
... Don Quijote, al irse,
cuando dio la vuelta,
de emoción ardiente
se alumbró lo mismo,
porque más allá
de los sufrimientos
los quijotes tienen
corazón de niño.
... Y como una gota
que se desbordara
del ceñido arroyo
para hacerse río...
y llegar al mar
por tornarse océano,
un inmenso océano
que se hiciese abismo
de tal proporción
que se articulara
y se confundiera
con el infinito...
sobre su sonrisa
se plantó una lágrima:
¡esa estampa propia
de los elegidos!
¡Hacia el regocijo
de la bienandanza
por las tolvaneras
de los desafíos,
del quijote grande
cuánta la esperanza,
del quijote chico
cuánto el señorío!
... Y cuando el pequeño
cierra los dos ojos
da en volverse el otro
por armarle (digo)
y al hallarlo quieto,
tan santificado,
solo una pregunta
le acercó al oído:
—Si despierto sueñas,
soñando de veras...
¿cuáles sueños sueñas
tú, caballerito?
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[Canción final:]
... Sueña, quijote,
que el hierro en su fuerza
se inclina a la flor.
¡Sueña, quijote,
que el mundo podría
ser nuevo y mejor...!
Sueña que el duelo se aleja
y la alegría responde
y que el abrazo de hermano
se consolida en tu nombre...
Sueña que el sueño ha borrado
las pequeñeces del hombre,
sueña que el tiempo ha cambiado,
sueña tu sueño, quijote...
Sueña...
Sueña...
¡Sueñaaa...!
Nota: De este poema existe una edición abreviada, teatralizada, oral, la narración en voz del autor, las canciones en voz de Danny Vásquez, fechada en Santo Domingo en 2007.
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