Leidy López

A Dolly la están halando.

Como larva escarbé la basura queriendo encontrar un festín,
tan lejos estaba que apenas llegué.
Me mantuvo enrutada el olorcito dulce de lo que se pudre,
como esta semana que la Carroña ronda más cerquita que nunca de mí;
escasas tres cuadras me separan del miedo espantoso que me genera que lo vivo no viva más,
un día la Carroña llega de visita y hala con tanta fuerza que hace que ella alce los brazos como izándolos al cielo,
mi tía dice que la están llamando los papás y Chila,
a quien la Carroña arrastró hace rato,
pero no es eso; se la está llevando otra vieja.
Hay otros días que la Carroña no viene por aquí,
como hoy por ejemplo,
que se volvió a reír y hasta me dio un piquito,
me cogió como una muñequita de las que arrulló tantas noches antes de arrullarse ella.
¿Mañana? Mañana no sé, hoy tengo la certeza de que la Carroña se desentendió porque en el pueblo se murieron dos,
uno la llamó porque quiso y la otra ya tenía cita.

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