Del hielo eterno surge la blanca melodía,
que el arte cincelado en su frío faz modela;
y en la penumbra helada, la voz de la cautela
teje versos etéreos que el alma encienden día.
La poesía, ardiente, un faro en la lejanía,
quiebra el silencio ártico con rima que consuela;
y el arte, espejo gélido, su forma paralela
congela lo sublime en su pura sinfonía.
Mas no es la escarcha ajena a la llama que persiste,
pues del contraste nace la esencia que persiste,
y en el abismo blanco, lo eterno se pronuncia.
Así el arte y el verso, en lucha tan constante,
despiertan lo infinito en el hielo palpitante,
donde el cosmos murmura su antigua consonancia.