Bajo el alba sagrada de un claro firmamento,
se enlazan dos destinos en dulce juramento.
Testigos son los astros y el céfiro callado,
el tiempo, que es eterno, detiene su pasado.
En mármol se esculpieron promesas impasibles,
palabras que son fuego, latidos invisibles.
Los labios entretejen su verbo como hiedra,
y el alma se desnuda sin miedo, pura y piedra.
Oh, pacto cincelado con besos y con brisa,
matrimonio, armonía de luz y de sonrisa.
Un lazo inquebrantable, forjado en lo divino,
dos fuegos que en su danza convergen en camino.
Que el alba los corone de miel y de rocío,
que el mundo se arrodille y envidie su albedrío.
Pues nada habrá más alto, ni hondo, ni sublime,
que el pacto de dos almas que el tiempo jamás gime.