Hurto momentos al día que se apaga,
pequeños fragmentos de luz que se escapan,
destellos fugaces que el alma reclama
antes de que la noche los cubra y los calle.
Son fugitivos instantes que atrapo,
retazos de vida que logro retener,
jirones de tiempo que logro asirme
antes de que se esfumen sin que pueda saber.
Saboreo esas gotas de vida robadas,
bebo su esencia que me nutre y aviva,
abrazo su breve y luminosa existencia
antes de que todo retorne a la deriva.
Encierro en mi ser esos frágiles dones,
los acaricio y los guardo con celo,
pues son pequeños tesoros que rescato
del río del tiempo que fluye sin duelo.
Son las migajas que salvo a la nada,
los últimos rayos que el sol me regala,
los exiguos restos que al día le arranco
antes de que la oscuridad los exhala.
Pequeños hurtos a la vida que es breve,
minúsculos oasis en la sed del vivir,
efímeros ofrecimientos que recojo
antes de que vuelvan al cauce a morir.
Sí, son instantes de luz robados,
chispas fugaces que logré retener,
tenues trofeos que guardo celosamente
antes de que se extingan sin más que saber.