Ha caminado, sí, con paso muy constante,
la tierra silenciosa donde el saber florece.
Allí donde el enigma con la medida crece,
la ciencia es una antorcha que arde en lo distante.
Jamás se manifiesta con rostro deslumbrante,
no pide que el aplauso su obra le engrandezca.
Avanza sin testigos, y el alma se enriquezca
al ver cómo lo exacto se vuelve desbordante.
Allí donde una fórmula vibra como un canto,
y el átomo medita lo mismo que un poema,
se funden la belleza, la ley y el desencanto.
No ostenta diademas, no alardea sistema;
es perfección oculta, sin nombre ni quebranto,
y escribe entre los mundos la cifra que los quema.