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ElidethAbreu

El Gran Consolador!

 
Espíritu Santo, tu aliento
Sostiene mi débil existir,
Tú consuelas mi sufrimiento
Y me enseñas a sonreír.
 
Como un viento suave y blando,
Envuelves mi alma en tu paz,
Tus dones en mí derramando,
Guiándome siempre hacia más.
 
En mi dolor, tú me acaricias,
Enjugas mis lágrimas con fe,
Y con tu amor me acaricias,
Dándome fuerzas para creer.
 
Eres mi fuerza, mi amparo,
Mi guía en la adversidad,
Contigo, nada me es raro.
Pues hallas mi felicidad.
 
Cuando mi alma se siente sola,
Sumida en la oscuridad del duelo,
Tú llegas como una brisa suave
Que disipa mi angustia y mi anhelo.
 
Con tu manto de paz me cobijas,
Enjugas las lágrimas de mi rostro,
Y en tu regazo, mi ser se refugia,
Hallando descanso, consuelo y apoyo.
 
Eres el bálsamo que cura mis heridas,
La luz que guía mis pasos inciertos,
El fuego que aviva mi fe encendida
Y me da la fuerza para afrontar lo adverso.

En estas estrofas, resalto cómo el Espíritu Santo llega a nosotros en los momentos de soledad y desolación, envolviéndonos con su manto de paz y consuelo. Él enjuga nuestras lágrimas, nos acoge en su regazo y nos brinda el descanso y el apoyo que tanto necesitamos.

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