“Rosas para el amor eterno,
lilas para la dulzura”,
mis ojos en un sollozar enfermo,
los pétalos caen sin premura.
Llorando mis lágrimas rosan el suelo,
suspiro en la siempre soledad febríl,
los tallos desnudos no ofrecen consuelo,
prefieren callar pues no saben mentir.
¿Por qué no he de ser cómo aquella chica?
de corazón latiente y mejillas rosadas,
en cambio mi corazón ni si quiera palpita,
mis mejillas son pálidas demacradas.
No escucho el en vano consuelo,
si aquellos declaran mi notoria valía,
sólo se irá cuando digas te quiero,
el incesante pesar que me marchita.
“Su corazón palpita,
y yo muerta sé que estoy,
y el dolor que siento en mí, anda y dime no es real,
pero aún tengo una lágrima que dar”.