Júpiter –que en el cielo del Paganismo asoma
con el supremo brillo de la más noble estrella–
de un cisne se depara la forma blanca y bella
por que Leda le embriague de su carnal aroma.
El Espíritu Santo –que la Iglesia de Roma
consagra en la trimurti donde su Dios destella–
por gozar el aroma de la núbil doncella
viste la forma bella de nítida paloma.
¡La paloma y el cisne! ¡Siempre el blancor alado,
siempre el albor con alas, en inefable curvas,
propicio a los misterios del divino pecado!
¡Oh cisnes y palomas! ¡Oh pájaros propicios
al Dios en celo! Adoro lo que ignoran las turbas
en vosotros: el alma de los sumos fornicios...