Detrás... mis huellas incrustadas en el fango de una memorial vereda.
Bosques de árboles esqueléticos, donde una incipiente luna llena adorna crepuscular y las constelaciones salpican allá en lo alto. Un vapor nítido emanan mis fauces congeladas, mientras sigo tu perfume por los vericuetos de esta selva que aún no sé si es de la naturaleza o de cemento.
Blanca mujer de mis pensares, que me vuelves peregrino y errático y así, siguiendo la luna y mil noches, he de encontrarte.
Observo los estigmas que el tiempo me está dejando y el deseo de conocerte me invade. Yo, por fuera y por dentro soy el que te ama, el que te llama cada noche que a la luna le canto. No sé si es una melodía, un aullido o el calor hecho fuego.
Hoy me encuentro en un espejo de agua limpia y cristalina, pero cada vez que me asomo al reflejo tranquilo imagino tu alma en la ondulante blanquecina. Te imagino, dama hecha destello, cierro los ojos y te veo asimétrica y virtual, distinta pero igual y en una exhalación retomo mi camino por estos bosques y sé que algún día nos habremos de encontrar, mujer-hembra de mis sueños.