¿Qué fue de mi vida?... Quizás se transformó en un gajo de espacio y tiempo equizo, abucheándome cada vez que toco la pelota en pleno partido con el rival de siempre.
¿Y qué de ustedes, que apuntan con sus amorfos dedos? ...Hijos de la lágrima, desesperanzados que huyen acongojados tras las medallas y las victorias ajenas, con la esperanza que caigan migajas al partir la hogaza de pan y así saciar ese apetito voraz.
Huraños estúpidos cansados por hábito sin atinar el horario de su vuelo ni el número de sus asientos, que fabrican con suma genialidad sus justificativos sin prisa ni pausa enseñan sus fragilidades, sus restos y la nada.
Mientras levantan sus manos, para ser los elegidos del naufragio, lloran las muertes de sus amores con la máscara de la tragicomedia.
Sus miedos... ¡tienen tantas formas!...son blancos fáciles de sus propios fantasmas que no le dan tregua alguna.
Pero tienen suerte; su suerte es un Cristo que ha venido a purificarlos con su varita mágica y una pastilla para olvidar pecados.
La muerte, recostada en la pared espera mordiéndose los labios en forma sexy. ¡Bendita sea la muerte!... es divino morirse de vez en cuando, se aprecia más la paz, la tranquilidad y los pensamientos zen, con un coro de monjes tibetanos de fondo.
Es hermoso resucitar de entre los muertos, prepararse un café, perdonar rastreros y luego soltarle un crimen de cuervos que le picoteen sus ojos, para luego embalsamarlos con mis rabias.
Con estos fríos, tenemos costillitas de Adán para la cena, destazaré el resto, quitare la carne de vuestros cráneos y los usaré de adornos. Vuestras ideas la cocinaré a fuego lento y las guardaré en mi sagrado freezer, hasta que aprendan a pensar en frío.