Callada está la tierra, con su encanto
solía aclarar mi alma los mayores
altos arcanos donde la luz del día
y el carbonero cambiaban sus canciones.
Mirar el campo entero embellecido
y no del ser la esencia iluminada,
más hiere el dios en ocultar los signos
que a otros poetas, divinos, revelara.
¿Tanto, en verdad, nos cuidan los celestes
que al pobre ingenio confusión añaden?
Responda un hombre desde un jardín hermoso
largas las uñas y el pelo enmarañado.
Responda el hombre que con su voz sostuvo
divino el verbo y clara la palabra.