Regino E. Boti

Ignición crepuscular

La tarde era una aurora; el sol poniente
incendio, entre las lindes del ocaso.
Rojas nubes amantes a su paso
le besaban con ósculo fulgente.
 
Hacían mar y cielo un ascua ingente;
y, fingiendo montículos de raso
purpurino, el oleaje en giro laso
tremía como el chorro de una fuente.
 
El éter, todo sangre, en el misterio
de sus llamas de luz, dejó un instante
brotar del horizonte inquieto grumo.
 
Mientras, cual un giboso megaterio,
paseaba ante el incendio centelleante
un barco errátil su melena de humo.
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