Desde el balcón ruinoso de barandal antiguo
que como boca horrible del muro se contrae,
miro con ojos tardos hacia el vergel contiguo
en donde el viento airado las pompas verdes rae.
En el confín borroso, un horizonte ambiguo
de mar y de montaña, glaucos remedos trae,
cuando el crisol de ocaso vierte su chorro exiguo
de púrpura encendida que en el paisaje cae.
Mis sueños de conquistas morales y preseas
me acusan de cobarde; me execran mis ideas;
la soledad me arrulla con su mordiente dejo.
Imagen de mi vida de solitario, un triste
y añoso cocotero llora, reza y asiste
al gran sepelio gualda con manto de oro viejo.