Francisco Gabilondo Soler
La casa blanca de techo rojo,
un árbol verde, el cielo azul
y remolinos color de ocre
con los que juega el viento sur.
 
Bajo la sombra, dulces violetas;
y de amarillo todo el trigal.
Allá a lo lejos el río de plata
es un camino que va hacia el mar.
 
Si no fuera por tanto color,
¿qué haría el pobre pintor?
Si no fuera por tanto matiz,
¡nunca sería ya feliz!
 
En la casita de la acuarela
no se quién vive, ni lo sabré;
nunca se asoma esa persona,
¡mas muy dichosa que debe ser!
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