Padre: has de oír
este decir
que se me abre en los labios como flor...
Te llamaré
Padre, porque
la palabra me sabe a más amor.
Tuya me sé
pues que miré
en mi carne prendido tu fulgor.
Me has de ayudar
a caminar,
sin deshojar mi rosa de esplendor.
Me has de ayudar
a alimentar
como una llama azul mi juventud,
sin material
basto y carnal:
¡con olorosos leños de virtud!
Por cuanto soy
gracias te doy:
porque me abren los cielos su joyel,
me canta el mar
y echa el pomar
para mis labios en sus pomas miel.
Porque me das,
Padre, en la faz
la gracia de la nieve recibir
y por el ver
la tarde arder:
¡por el encantamiento de existir!
Por el tener
más que otro ser
capacidad de amor y de emoción
y el anhelar
y el alcanzar,
ir poniendo en la vida perfección.
Padre, para ir
por el vivir,
dame tu mano suave y tu amistad,
pues, te diré,
sola no sé
ir rectamente hacia tu claridad.
Dame el saber
de cada ser
a la huerta llamar con suavidad,
llevarle un don,
mi corazón,
¡y nevarle de lirios su heredad!
Dame el pensar
en Ti al rodar
herida en medio del camino. Así
no llamaré,
recordaré
el vendador sutil que alienta en Ti.
Tras el vivir,
dame el dormir
con los que aquí anudaste a mi querer.
Dé tu arrullar
hondo el soñar.
¡Hogar dentro de Ti nos has de hacer!