Éramos tiempo al inicio.
Pronunciábamos
palabras y enunciados.
Estructuras gramaticales.
El silencio eterno
del lenguaje corporal
nos acompañó por mucho,
mucho tiempo.
La lluvia tenía un sonido particular
y lo perseguíamos
con la garganta,
los labios y la boca.
Pero todo se perdió
en la infinitud del olvido,
cuando por fin pudimos pronunciar
el primer adiós.