A la puesta del sol la cruz de leño
que tu frente corona,
sobre la hierba de tu campo santo
va alargando su sombra.
Es el reló del Sol de la otra vida,
el que nos marca la hora
de la oración eterna, mi Teresa,
y de la eterna boda.
Y entonces al poniente el cielo se hace
todo como una rosa,
la rosa de tu sangre, tu martirio
de vida misteriosa.