XXXV
Vidas de otoño son, crepusculares,
con un sentido ambiguo e indeciso,
sin que se sepa qué es lo que Dios quiso
al crearlas decir. Con su pesares
oscuros cruzan los campos y lugares
marcando a vuelo roto sobre el piso
la vaga sombra. Su hálito sumiso
va al morir a las nieblas estelares.
Sale, perdido ya, negro murciélago
en estas noches tibias de septiembre
el cielo del otoño a disfrutar
y vuela acaso de la aceña al piélago,
sin que su triste sino se remembre,
su oscura vida errática a acabar.