Las dos conchas de nácar que bebían
para, ti mis palabras,
la luz del sol trasparentaban dulce,
una luz escarlata.
Y tú oías al sol mientras me oías;
la vida te cantaba;
y la sangre en el cauce de las conchas
te decía esperanzas.
Recuerdos en la sombra ahora te dicen,
Teresa de mi alma,
como flores que se han vuelto mantillo
de la tierra callada.