Reventó el Sol como una peonía
en la lejana sierra,
mis lágrimas sobre tu yerba verde
brillaron como perlas.
Brillaron como perlas de rocío
de tu manto de yerba,
sorbióselas el aire y a los cielos
se fueron como ofrenda.
Bañé con el rocío de mis lágrimas
el vestido, Teresa,
de tierra que reviste y que recubre
a tu cuerpo de tierra.
Y el sol que hizo tus ojos, muerte mía,
con su mano lijera
de brisas enjugó mis pobres lágrimas
de tu manto de yerba.
Y la sombra nació sobre tu frente,
como pálida niebla,
y vi otra vez tus lánguidas pestañas,
los arcos de tus cejas.
Vi en tus ojos mis lágrimas de fuego,
vi llorar a la tierra,
y me sentí morir al dulce abrigo
de tu manto de yerba.