Cuando te dió la tos, con el pañuelo
te tapaste la boca;
y yo leí en tus ojos, en mi cielo,
teda tu angustia loca.
Me ocultaste las rosas de tu pecho,
flor de tu sangre pura;
aquella noche regué yo mi lecho
con sales de amargura.
De mi sangre, Teresa, borbotones
tras de la tuya fluyen;
una la vida y dos los corazones,
los dos a una concluyen.
Es tu angustioso aliento el que me lleva
tras de ti, mi Teresa... ¡Voy allá!
¡me falta el aire... primavera nueva
al lado tuyo me florecerá!