Hollando rocas se elevó a la cumbre
de la riscosa sierra
gentil macho cabrío,
y allí, sobre la inmensa pesadumbre
que apisona-a la tierra,
esmáltase con brío
sobre el azul sereno su cabeza
con cuernos y barbuda
cual si fuera otra roca1;
se paró como en trono y con fiereza
que ni el vértigo muda
ni la fatiga apoca.
Más arriba se cierne allá en la altura
un águila; una nube
marcaba con su ¡pico
y de sus alas con la envergadura
muy suavemente sube
a golpes de abanico.
inmoble y encumbrado se está el macho;
el águila su huella
no nos deja marcada;
sobre cuatro raigones un picacho
él parecía y ella
cual del cielo colgada.
Mi corazón hollando duras peñas
trepó y hase encumbrado;
el tuyo desde el cielo me le enseñas
desnudo y depurado.