Miguel de Unamuno

Teresa: 92

¡Ay, este rosal regado con tinta,
rosas de fuego que se sorbe el viento!
Mi alma del gran misterio se halla encinta;
he de morir sin darla a nacimiento.
Preñez de amor mi agonía prolonga
que a la luz, eterna te he de dar, mi suerte;
cuando en brazos de Dios mi carga ponga,
podrá conmigo, celosa, la Muerte,
Decíame tu corazón: «¡ay, hijo!»;
fuiste mi madre, sin ningún reparo;
serás mi hija, y no es un acertijo,
mas misterio de amor abierto y claro.
Que yo te hago como tú me hiciste;
yo a ti, creación; tú a mí, creador;
nuestra pobre nonada no resiste
al empuje sin peso del amor!

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