No busques tras ese agonizante amor,
La llama que extinguida muere,
Tras la vida fatal y la cruel jornada
Que impuso los pasos del adolescente.
Ni tras los ojos rojos melancólicos,
La paz que anhela y quien ama,
Dejar de contemplar ese azul cielo
Lejos, tan lejos, de la mujer que ama.
Al despojarse de esas vanas ilusiones,
Clavo en su pecho la rosa más fría,
Tiene la mordida de la mala serpiente
Y el veneno que consume toda su vida.
Y sólo encontraras de mis acciones,
La indiferencia del que nada ansía,
Un cansancio pero de un joven viejo
Al cual ya no resiste su fatal fatiga.