Mi alma presa en sus horas cobardes;
Contemplando el tic tac de su reloj,
Esperar en polvo retornar a la tierra
Con una isla de terranova de dolor.
Cae sobre mi mente un malo lucero;
Una amarga dulzura intermitente,
Un sonido que llora todo inclinado:
Y una voz que calla tan dulcemente.
Hay días en que mi corazón desearía;
Partir lejos en un silencioso puerto,
Lejos, perderme dentro de tu olvido
Tener que ser, el navegante primero.
Mi reloj toca sus fieles campanadas;
Al ritmo de mi indicada _ ya es hora,
Cómo aquel que espera y no olvida
Aquel que espera _ su futura esposa.
Y a la cierta hora _ llegaremos un día;
Todos sin retrasos de cifras seguras,
Al gran silencio donde todos iremos
La absoluta paz; de frentes mustias.