Mercedes de Velilla

Lágrimas

Tiene, así como el cielo su rocío,
su llanto el corazón; lluvia escondida
que al hondo embate del dolor impío
corre de nuestros ojos desprendida.
No sabremos quizá por qué lloramos;
pero si que llorar es nuestra suerte,
y si con llanto el mundo saludamos,
con llanto nos despiden en la muerte.
El suelo del Edén, perdida gloria,
con las primeras lágrimas se quema,
y del pecado en eternal memoria
las hizo Dios de nuestra vida emblema.
Vamos en pos de fúlgida esperanza,
de la ilusión que nos mostró su encanto;
si el triste corazón no las alcanza,
¿qué le resta después? tan sólo el llanto.
Lloramos del destino la inclemencia;
del amor, inquietudes y recelos;
rigores de la muerte, y de la ausencia
miserias, desengaños, desconsuelos.
Que fue el mortal para llorar nacido,
y llora eternamente sus pesares:
el llanto, que en la tierra se ha vertido,
aumentó las corrientes de los mares.
Lágrimas, si, por el dolor creadas,
siempre del hombre compañeras fueron;
del Gólgota en la cima derramadas,
la humanidad culpable redimieron.
Cual la luz de una tarde que declina,
se extingue el bien, si a nuestro paso brota,
y sólo el sufrimiento no termina,
ni el raudal de las lágrimas se agota.
Mudo lenguaje del humano duelo,
no dejarán el mundo en abandono;
su reino desdichado es este suelo,
y el corazón de la mujer su trono.
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