¡Cuánto te quería
cuando te quería!
El amor viajaba en mí
la yarda imposible:
un galope de almas,
eterna partida
sin línea de meta.
¡Cuánto te quería cuando te quería!
El amor viajaba en mí imparable
y se me desbordaba en ti,
su destino amable.
Floté a la deriva en su rastro estelado,
atravesé el final y el más allá de su dorado:
un abismo desencantado
de las cosas que nos existen
y de las distracciones
que nos encallan.
Le hallé recostado
en silencio a tu lado
y allí la felicidad,
—lugar hogar, inesperado milagro—,
nos bautizó a los tres,
nos puso nombre
y se hizo nuestra madre,
justo al final de todo, justo y sólo en tu morar.
Cuando te quería
el amor viajaba en mí
unas cuantas vidas
y yo moría olvidando
y renacía recordando
mi tristeza dórica
y te encontraba siempre
tras el pilar de los años,
mucho más allá de mí
y del todo espejado
que ya no puede ser amado.
Te quiero,
ahora que te quiero
con el alma y sin el cuerpo,
te cuento cómo te querré:
acumulándome en los tiempos
descontándome en las vidas
y abrazando cualquier muerte
que me halle al fin rendida,
vertiendo una lágrima
sobre tu pared.
Ahora
que toda
la infinitud
de tu ausencia
viaja dentro de mí
como un rayo inalcanzable,
doy fe de este movimiento que no es circular
ni lineal, ni quebrantable,
doy fe de este viaje de amor por ti,
en un corazón que surca imperturbable
las profundidades,
en un corazón que zarpa
imparable, anclado a ti.
Cuando te quería
el amor viajaba en mí
a causa de ti...
© Maria Luisa Arenzana Magaña