Señor, ¿por qué te alejas y te escondes?
El inicuo somete al afligido,
el inicuo blasfema contra ti,
afirma que no hay fuerza que le juzgue,
librado del dolor y la desgracia.
Se agazapa el malvado como fiera
y sobre el desdichado, presto, salta.
... Pero Dios no se cubre con un velo:
desnudo está su rostro y todo ve.
¡Levántate, mi Dios, alza tu mano;
sostén la aspiración de los vencidos;
elévanos, alívianos, conságranos!
Pide cuenta al verdugo y que se pierda,
aborrece al inicuo y al malvado
porque eres la justicia de los huérfanos,
porque eres la razón del hombre manso
y eres Rey por los siglos de los siglos...
y no temes al hombre, hecho de barro.