Juan Meléndez Valdés

Letrilla el lunarcito

La noche y el día,
     ¿qué tienen de igual?
 
¿De dónde, donosa,
el lindo lunar
que sobre tu seno
se vino a posar?
 
¿Cómo, di, la nieve
lleva mancha tal?
     La noche y el día,
     ¿qué tienen de igual?
 
¿Qué tienen las sombras
con la claridad,
ni un oscuro punto
con la alba canal
 
que un val de azucenas
hiende por mitad?
     La noche y el día,
     ¿qué tienen de igual?
 
Premiando sus hojas,
el ciego rapaz
por juego un granate
fue entre ellas a echar;
 
mirolo y riose,
y dijo vivaz:
     «La noche y el día,
     ¿qué tienen de igual?»
 
En él sus saetas
se puso a probar,
mas nunca lo hallara
su punta fatal.
 
Y diz que picado,
se le oyó gritar:
     «La noche y el día,
     ¿qué tienen de igual?»
 
Entonces su madre
la parda señal
por término puso
de gracia y beldad,
 
do clama el deseo
al verse estrellar:
     «La noche y el día,
     ¿qué tienen de igual?»
 
Estréllase, y mira,
y torna a mirar,
mientra el pensamiento
mil vueltas le da,
 
iluso, perdido,
ansiando encontrar,
     la noche y el día
     ¿qué tienen de igual?
 
Cuando tú lo cubres
de un albo cendal,
por sus leves hilos
se pugna escapar.
 
¡Señuelo del gusto!
¡dulcísimo imán!
     La noche y el día,
     ¿qué tienen de igual?
 
Turgente tu seno
se ve palpitar,
y a su blando impulso
él viene y él va;
 
diciéndome mudo
con cada compás:
     «La noche y el día,
     ¿qué tienen de igual?»
 
Semeja una rosa
que en medio el cristal
de un limpio arroyuelo
meciéndose está,
 
clamando yo al verle
subir y bajar:
     «La noche y el día,
     ¿qué tienen de igual?»
 
¡Mi bien!, si alcanzases
la llaga mortal
que tu lunarcito
me pudo causar,
 
no así preguntaras,
burlando mi mal:
     «La noche y el día,
     ¿qué tienen de igual?»
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