Pues vienen Navidades,
cuidados abandona
y toma por un rato
la cítara sonora.
Cantaremos, Jovino,
mientras que el Euro sopla,
con voces acordadas
de Anacreón las odas,
o a par del dulce fuego
las fugitivas horas
engañaremos juntos
en pláticas sabrosas.
Ellas van, y no vuelven
de las nocturnas sombras:
¿por qué, pues, con desvelos
hacerlas aún más cortas?
Yo vi en mi primavera
mi barba vergonzosa,
cual el dorado vello
que el albérchigo brota,
y en mis cándidas sienes
el oro en hebras rojas,
que ya los años tristes
oscuras me las tornan.
Yo vi al abril florido
que el valle alegre borda,
y al abrasado julio
vi marchitar su alfombra.
Vino el opimo octubre,
las uvas se sazonan;
mas el diciembre helado
le arrebató su pompa.
Los días y los meses
escapan como sombra,
y a los meses los años
suceden por la posta.
Así, a la triste vida
quitemos las zozobras
con el dorado vino
que bulle ya en la copa.
¿Quién los cuidados tristes
con él no desaloja
y al padre Baco canta
y a Venus Ciprïota?
Ciñámonos las sienes
de hiedra vividora;
brindemos; y aunque el Euro
combata con el Bóreas,
¿qué a nosotros su silbo,
si el pecho alegre goza
de Baco y sus ardores,
de Venus y sus glorias?
Acuérdome una tarde,
cuando Febo en las ondas
bañaba despeñado
su fúlgida carroza,
que yo al hogar cantaba
de mi inocente choza,
mientras bailaban juntos
zagales y pastoras,
de nuestro amor sencillo
la suerte venturosa,
riquísimo tesoro
que en ti mi pecho goza.
Y haciendo por tu vida,
que tanto a España importa,
mil súplicas al cielo
con voces fervorosas,
cogí en la diestra mano,
cogí la brindadora
taza y con sed amiga
por ti la apuré toda.
Quedaron admirados
zagales que blasonan
de báquicos furores
al ver mi audacia loca;
mas yo tornando al punto
con sed aun más beoda
segunda vez librela
del néctar que la colma,
cantando enardecido
con lira sonorosa
tu nombre y las amables
virtudes que le adornan.