Juan Meléndez Valdés

Oda xx la tortolilla

¡Oh dulce tortolilla!
no más la selva muda
con tus dolientes ayes
molestes importuna.
 
Deja el arrullo triste,
y al cielo no ya mustia
te vuelvas, ni angustiada
las otras aves huyas.
 
¿Qué valen ¡ay! tus quejas?
¿acaso de la obscura
morada de la muerte
tu dueño las escucha?,
 
¿le adularás con ellas?,
¿o allá en la fría tumba
los míseros que duermen
de lágrimas se cuidan?
 
¡Ay!, no; que do la parca
los guarda con ley dura
no alcanzan los gemidos,
por más que el aire turban.
 
En vano te querellas.
¿Dó vuelas?, ¿por qué buscas
las sombras, ¡oh infelice!,
negada a la luz pura?
 
¿Por qué sola, azorada,
de ti misma te asustas
y en tu arrullo te ahogas
en tu inmensa amargura?
 
Vuelve, cuitada, vuelve;
y a llantos de vïuda
del blando amor sucedan
de nuevo las ternuras.
 
Adorna el manso cuello,
los ojos desanubla,
y aliña las brillantes
las descuidadas plumas.
 
Verás cuál de tu pecho
sus dulces llamas mudan
en risas y placeres
los duelos y amargura.

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