Una tortuga a una águila rogaba
la enseñase a volar; así la hablaba:
«Con sólo que me des cuatro lecciones
ligera volaré por las regiones;
ya remontando el vuelo
por medio de los aires hasta el cielo,
veré cercano al sol y las estrellas,
y otras cien cosas bellas;
ya rápida bajando,
de ciudad en ciudad iré pasando;
y de este fácil delicioso modo
lograré en pocos días verlo todo.»
La águila se rió del desatino;
la aconseja que siga su destino,
cazando torpemente con paciencia,
pues lo dispuso así la Providencia.
Ella insiste en su antojo ciegamente.
La Reina de las aves prontamente
la arrebata, la lleva por las nubes.
«Mira, la dice, mira cómo subes.»
Y al preguntarla, digo, ¿vas contenta?,
se la deja caer y se revienta.
Para que así escarmiente
quien desprecia el consejo del prudente.