Se alzó la lengua en muros de silencio,
mas un beso rasgó su fría altura.
El verbo, dócil, se volvió ternura,
dejando al alma libre de su influjo.
Busqué un prodigio, sombra en el abismo,
un hombre huyendo de la nube errante,
mas sol brilló, radiante y arrogante,
negándome el asombro y el hechizo.
Al alba el verso se despoja en agua,
se limpia de su ruina y su desvelo,
se tiende al viento y en su brisa fragua.
Mas cruel la noche, con su oscuro celo,
nos roba el sueño, y en su inmensa fragua
apaga el eco de su luz en duelo.