Oración en el supermercado
Señor, te he visto en la fila del supermercado
entre las mujeres que revisan las etiquetas
buscando calorías y precios más bajos.
Allí estabas, junto a los tomates brillantes,
en los estantes de productos importados,
en la música enlatada que suena en los altavoces.
Te he visto en los ojos cansados del cajero
que escanea códigos de barras como quien reza
y en la anciana que cuenta sus billetes arrugados
con la paciencia de quien espera el Reino.
Afuera, los autos rugen como bestias modernas
en busca de una tierra prometida
en medio del tráfico de la ciudad.
Y aquí adentro, las luces fluorescentes
iluminan tu presencia en cada oferta especial.
Señor, estás en la cajetilla de cigarros Marlboro
que advierte sobre la muerte
y en el niño que pide chocolate
como quien anhela el cielo.
Yo también te busco entre los pasillos,
entre el pan de oferta y el vino barato,
esperando que te me reveles
en la cuenta final,
en la suma de todo lo que somos
y lo que nos falta.
Porque en el fondo, Señor,
somos clientes de este mundo,
con listas de sueños incompletos
y carritos cargados de esperanzas vencidas.
