En el silencio de la madrugada,
cuando el mundo duerme y el viento susurra,
camino entre sombras y luces veladas,
buscando en el aire la musa que murmura.
Mis pensamientos vuelan, libres y errantes,
como hojas en un río de dudas y sueños.
El horizonte, un lienzo de colores vibrantes,
se convierte en un espejo de versos pequeños.
La luna, testigo de mis noches en vela,
me cuenta secretos de estrellas lejanas.
En cada destello, una historia revela,
y en su luz encuentro palabras tempranas.
Exploro rincones, esquinas perdidas,
en libros antiguos y voces calladas.
La inspiración, esencia de vidas vividas,
se oculta en momentos, en almas marcadas.
A veces, en la risa de un niño inocente,
o en el suspiro de un anciano gentil,
la chispa se enciende, brillante y ardiente,
y mi pluma danza en un ritmo suave y sutil.
La búsqueda nunca termina, es eterna,
como el mar que susurra secretos sin fin.
En cada jornada, una lección se alterna,
y en cada verso, un nuevo jardín.