En un rincón del jardín, resplandeciente,
una rosa se erige, suave y pura,
como el sol que despierta en la espesura,
y al alba ofrece su fragancia ardiente.
De sus pétalos nace un rojo ardiente,
susurra al viento su esencia segura,
y aunque su vida es breve y prematura,
es eterna en su belleza silente.
Oh rosa, símbolo de amor y muerte,
en tu seno se esconde la verdad:
que la hermosura es tan solo un presente.
Mas no llores por tu corta edad,
pues aunque efímera, eres tan fuerte,
que en mi alma quedarás por la eternidad.