Lloraba entre las sombras la luz de un cielo herido,
la noche la abrazaba con su manto apagado.
Los ecos de la tierra susurran lo perdido,
y el viento, en su lamento, se quiebra desolado.
El río, en su fatiga, detuvo su fluir,
y el bosque, enmudecido, guardaba su reproche.
La luna, en su exilio, no quiso ya subir,
y el mundo se moría en brazos de la noche.
Oh tierra, ¿dónde yace el canto de tus días?
¿Por qué el silencio es dueño de tu canción dormida?
¿Es que la vida huye en sus horas vacías,
dejando solo sombras de lo que fue la vida?
El aire lleva un ritmo de pasos que no están,
los campos son de mármol, las piedras son susurra.
Y en esta danza amarga, la nada viene y va,
rompiendo las memorias que el tiempo nunca cura.