(Romance de Arte Mayor)
Las torres del alba despiertan su brisa,
y el río en su lecho se torna de plata.
Resuena un caballo que cruza la ermita,
con sangre en el belfo y sombra en la estampa.
En lo alto del monte vigila la almena,
y un rostro sin nombre la brisa desvela.
Los ojos de fuego, la piel de azucena,
y un beso en los labios que nunca se entrega.
—¿Quién eres?—pregunto con miedo y sin eco.
—La sombra que guardas, la historia que callas.
—Si cruzas mi umbral, será todo un sueño.
—Y un sueño, mi amado, no pide palabras.
Y entonces la luna tembló en la cornisa,
y el alba encontróme besando cenizas.
